viernes, 15 de abril de 2011

tablas

las tablas de multiplicar

nunca llegué a la del cuatro

ni a la de lavar

o planchar: por más que me esmere queda todo

arrugado

Atletas

sostuvimos una conversación

como atletas mal entrenados

la dejamos caer junto con todo

lo demás


uno de un lado y otro

del otro

medimos mal la fuerza

y se terminó de alguna manera

lo que nunca pero nunca

me abandones cariñito

domingo, 10 de abril de 2011

Me desperté con taquicardia. Sola. Me prometí dejar de fumar hoy mismo. A las dos horas estaba en la cocina frente a una taza de café, encendiendo mi primer cigarrillo. Pensé en esos animales –no se si existen- que buscan un agujero para ir a morir en paz, que se entierran a si mismos. Pensé en las momias embalsamadas que encontraron en no se qué caverna; dos niños, que aún conservaban su aspecto infantil, sin ningún signo de deterioro a pesar de estar muertos hace siglos. Quise leer el diario, pero no pude. Me adelantaba demasiado rápido, saltaba de una a otra palabra, como un sapo sobre piedritas. Tengo la piel seca. Debería tomar más agua. Tengo la impresión de que mi cuerpo rechaza el agua. Lloro. Lloro bastante y con ruido. Con mocos, también. Se me hincha la cara. Pienso en la mecánica del llanto. Me interesa. La manera en que el aire se comprime dentro del pecho. ¿Qué pasa con el diafragma? ¿Cómo se fabrican las lágrimas? ¿El procedimiento empieza dónde? ¿En el cerebro? Y después. ¿En los ojos, la naríz, la garganta? 
Ya son las cuatro, casi. Y no comí. Recién ahora me doy cuenta. Hace poco leí algo creo que de Kafka (o de Barthes sobre Kafka?) acerca del enflaquecer como pose del escritor. Bueno, no sé. Balzac era gordo. Y lo único que le importaba era parecer un escritor.
Yo no escribo, me digo, porque estoy demasiado ocupada en sostener los cimientos básicos de la vida cotidiana. Tengo mucho trabajo. Pero no sé. Tampoco como. Además, está la eterna duda. ¿A qué darle prioridad? ¿Leer o escribir? Quizás debería dejar de leer. (O de querer leer, no es que lea tanto, en realidad, sino que principalmente elaboro listas interminables sobre lo que debería leer. Ni siquiera sobre lo que querría.)  Preferiría ser un mosquito a sentirme como un mosquito. No imagino ser más frágil, con ese cuerpo hecho de hilos y alas.

lunes, 21 de marzo de 2011

Huellas*

Cuando se rompe un vidrio el sonido es metálico. Estridente. Líquido. Quedan las esquirlas en el piso y nos da miedo caminar descalzas.

Cuando un hueso se rompe, cruje. Igual que la madera. Si se mantiene quieto e inmóvil durante algún tiempo, es posible que llegue a soldarse.

El entramado de una tela se desgarra y quedan las hilachas flotando, como los tentáculos de algún espécimen acuático.

El papel, al rasgarse, emite un sonido ronco y si se lanza al aire es capaz de provocar una lluvia lenta y silenciosa.

Un huevo es un óvalo blanco y perfecto, una fina capa calcárea que, si se golpea suavemente, se quiebra y desaparece bajo una lámina viscosa, imposible de atrapar con los dedos de las manos.

La piel envuelve la sangre, que se coagula y endurece al contacto con el aire.

Pero ¿cuál es el sonido, la forma, de una ilusión rota?

Tal vez una ilusión rota tenga la forma de una huella.

Una impresión. Un testimonio. Un recuerdo. La presencia de una ausencia.

Hicimos el camino inverso. Nadamos en las tripas del lobo, trepamos por su tráquea como si escaláramos una montaña, nos aferramos a su glotis y resbalamos por su lengua hasta encontrar el camino más largo que nos condujera por el bosque hasta llegar a nuestras casas, sanas y salvas.

Dimos a luz sin haber concebido. Tenemos las manos ciegas pero los ojos abiertos como planetas.


*Texto escrito para una futura instalación.

domingo, 20 de marzo de 2011

martes, 22 de febrero de 2011

Lo privado

"Es en efecto cuando divulgo lo privado de mi mismo cuando más me expongo: no por el riesgo del "escándalo", sino porque así presento mi imaginario en su consistencia más fuerte; y el imaginario es precisamente lo que ofrece un blanco a los otros, lo que no está protegido por ningún vuelco,ninguna dislocación. Sin embargo lo "privado" cambia según la doxa a la que uno se dirige. Si es una doxa de derecha (burguesa o pequeñoburguesa: instituciones, leyes, la prensa), es lo privado sexual lo que más lo expone a uno. Pero si es una doxa de izquierda, la exposición de lo sexual no constituye una transgreción: lo "privado" en este cas, son las prácticas fútiles, los rastros de ideología burguesa que el sujeto confiesa: al dirigirme a esta doxa me expongo menos al declarar una perversión que al enunciar un gusto: la pasión, la amistad, la ternura, la sentimentalidad, la pa´sión de escribir, se convierten entonces, por un simple desplazamiento estructural, en términos indecibles: contradicen lo que puede ser dicho, lo que se espera que uno diga, lo que precisamente -la voz misma del imaginario- uno quisiera poder decir inmediatamente (sin mediaciones)."

Roland Barthes por Roland Barthes.